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Abdominales para el cerebro

Eres un cerebrito.   No en serio, y no es que queramos etiquetarte por el número de libros que lees al año (que igual siempre son menos de los que presumes), es que en el fondo es lo que somos todos: unos cerebritos. 

Empecemos por una obviedad, de tu cerebro dependen los movimientos, el habla, la inteligencia, la memoria y las emociones, prácticamente todo, sin ponernos muy metafísicos.  

 

De tu cerebro depende que estés leyendo este artículo y depende que te estés preguntando por qué tan larga esta introducción y sobre todo si lo que promete el título tiene algún sentido. 

 

Y sí, resulta que lo tiene, pues, aunque por años nos han querido separar a las personas preocupadas por fortalecer su intelecto con las que quieren trabajar por su cuerpo, es algo que hoy en día desmiente completamente la neurociencia. El ejercicio físico está directamente relacionado con nuestra salud mental y nuestro desempeño cognitivo.  

 

Quizás es más fácil entender la primera relación, el cuerpo al hacer ejercicio produce dopamina y la dopamina incide directamente en nuestros sentimientos. Una persona que hace ejercicio tiende a tener mejor ánimo, más energía y mayor autoestima, sencillo. Pero ¿qué podrían tener que ver una serie de sentadillas con nuestra manera de pensar, aprender y entender? 

 

Según un estudio del Centro Alemán para las Enfermedades Neurodegenerativas en 2013, hacer ejercicio previene el deterioro del cerebro y la materia gris, incluso, dice este mismo estudio, las personas que hacen más ejercicio tienen un cerebro más grande y sus funciones son más avanzadas.  

 

De igual forma lo estudian los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC) Coral Sanfeliu y José Luis Trejo, quienes sostienen que hacer ejercicio incrementa la formación de neuronas nuevas y el flujo sanguíneo en el cerebro, lo cual aumenta el consumo de oxígeno por parte de las células neurales y beneficia la funcionalidad y disponibilidad de neurotransmisores claves, que inducen a la neuroprotección de todas las áreas cerebrales.  

 

Sí, nos pusimos muy técnicos, pero vamos a la práctica:  

 

Las series de abdominales, las sentadillas, los sprints y en general este tipo de rutinas de ejercicios afectan el cortex prefrontal, el cerebelo y el lóbulo parietal del cerebro y logran efectos positivos en la atención, el procesamiento del campo visual y permiten que mantengamos nuestra atención cuando pasamos de una tarea a otra.  

 

Levantar pesas ayuda al cerebro a mejorar la identificación de patrones, el razonamiento y la solución de problemas complejos, pues incide en el cortex prefrontal del cerebro, que se encarga de todas las funciones ejecutivas de éste.  

 

Ya si lo tuyo son los ejercicios de alta intensidad, como los saltos de esquí, las sentadillas con patada y peso, los crunch de pierna, o los burpees combinados, estos fortalecen el hipotálamo, es decir regulan el apetito y sobre todo son buenísimos contra cualquier tipo de adicción, pues te entrega toda la dopamina que necesitas.  

 

Hacer yoga incide directamente sobre la ínsula cerebral que permite un análisis más completo e integral de la realidad, y sobre la amígdala que ayuda a reducir el miedo y la ansiedad.  

 

Finalmente, los aeróbicos fortalecen la acción del hipocampo que se encarga especialmente de la memoria.  

 

Así que ya estuvo bueno de leer artículos en el Campus, vamos a desempolvar esa sudadera y estrenar esas mancuernas, los neurocientíficos también aseguran que el desarrollo del cerebro es algo hereditario: las próximas abdominales hazlas por tu cerebro y de paso por el de tus futuros nietos. 

 

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